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lunes, 21 de abril de 2008

Un niño de cristal

Aquel niño frágil de cristal, a quien sus sueños algunas vez guiaron, estaba aguardando, solo, en la orilla de la desierta playa, para poder contemplar las estrellas, y pedir el deseo más anhelado dentro de su corazón.
Esperaba en el silencio plácido de aquella noche de verano, creía ver su salvación en la tentación, en aquella que no podía dejar de reflexionar.
Una vez se había encomendado a la luna, tan sólo por creer que ella le devolvería lo que tanta falta le hace a su noche: la claridad. Aún así, el niño era frágil, inocente, endeble, necesitaba fuerzas para poder levantarse.
Pero de su propio interior sacó algo parecido a la energía y pudo ponerse en pie y caminar, caminar hacia el mar, en aquella clara pero oscura noche de verano.
Las lágrimas corrían por su cara, sentía cómo lentamente el viento le revolvía el cabello, sentía todo su ser, y todo su ser sentía las emociones que experimentaba aquel niño frágil.
Aún así recordaba cómo aquel misterioso mar se había robado lo que más quería, cómo lo que más amaba se había muerto con él y en él.
Ahora él quería descubrir ese secreto, quería conocer lo que había más allá del horizonte lejano. Miró a la luna, a las estrellas, y sintió cómo la luz de a poco lo envolvía, dejando claramente un halo de esperanza en él.
Cerró sus ojos, y le pidió el último deseo a aquellos cuerpos que iluminaban el firmamento.
Sentía su ser temblar, por su mente pasaron secuencias de imágenes, de buenos momentos. No quería abrir sus ojos y ver la realidad dispuesta a quedarse con él, y esta vez para siempre.
De a poco caminó hasta mojar sus pies en aquellas aguas tibias. Sentía que el mar lo llamaba lenta y tristemente. Siguió caminando, y su fragilidad se hizo más evidente... ya la veía, ya veía su destino grabado en donde sus ojos brillante no podrían distinguir jamás... la veía a ella, lejana, pero aún así más cerca que nunca.
El mar lo tapaba, las olas demostraban su avidez, ella estaba ahí, él seguía avanzando, no podía alcanzarla...
pero ya las estrellas no brillaban, la luna había perdido su esplendor, el niño alzó su mano y todo en él desapareció con el mar...
y todo se volvió oscuro...
y el sol apareció debilmente, y en la arena pura, el mar había dejado un pequeño cristal, en donde se guardaban todas las ilusiones, sueños y esperanzas, que se refugian en lo más profundo de nuestro ser, que con miedos no los queremos dejar, pero que cuando se sigue a nuestra intuición, se puede llegar más lejos, y descubrir cosas que nos harán todavía más humanos.

1 comentario:

Unknown dijo...

:O yo lei eso antes que se publicara(H)

y ya sabi...no acumules excremento mental:)

te quiero:B